PERMÍTETE DUDAR

09.03.2021

Parece que Gambito de Dama no es la única forma de ver cómo dos oponentes realizan sus estrategias con el fin último de ganar. Isabel Díaz Ayuso convocando nuevas elecciones, mociones de censura, manifestaciones y, como cada semana, una sesión plenaria que deja mucho que desear. La realidad es un tablero de ajedrez donde los peones son movidos creyendo haber tenido libertad de elección. 

En el ensayo Los cuatro amores, de C.S. Lewis., encontré estas palabras: La mente humana, por lo general, es más propensa a elogiar o despreciar que a describir y definir. Quiere hacer de cada distinción una distinción valorativa, de ahí ese tipo nefasto de crítico que no puede señalar nunca la diferente calidad de dos poetas sin ponerlos en un orden de preferencia, como si fueran candidatos a un premio. 

Tras esto no pude evitar plantearme una serie de cuestiones. Entre ellas: cuando decidimos ser seguidores o admiradores de algo, ¿lo hacemos por sensaciones o hay algún argumento sólido? ¿Juzgamos de manera racional o por el patrón que "nuestra" ideología nos presenta? ¿Están nuestras relaciones sociales sugestionadas por nuestros gustos? Todo esto lo he querido resumir en dos simples puntos que considero interesantes de plantear:

¿Fanatismo o ideología?
Cuando asistimos a un partido de fútbol vemos la manera en la que las gradas se dividen en colores e himnos. Llamemos a un equipo "X" y a otro "Y". Pongamos que el equipo "X" ha cometido una falta y el árbitro saca tarjeta amarilla al jugador de dicho equipo. Vemos cómo unos abuchean al árbitro, mientras otros -seguidores del equipo "Y"- se llenan de gozo por el mismo acto. ¿Esto significa que han visto dos sucesos diferentes en el mismo momento y espacio? ¿O acaso es el ser leal al equipo lo que les ha llevado a actuar de esta manera? Llamamos fanático a todo aquel que siente una devoción extrema hacia una idea, persona, movimiento... Estos, por lo general, defienden con todo su ímpetu su causa por el simple hecho de ser causa.


Por otro lado, tenemos a distintos individuos que, como diría Ortega y Gasset, poseen diferentes circunstancias. Esto es, diferentes vivencias que constituyen su imaginario y sus pensamientos. Todo esto forma su ideología, la ideología individual. Hay quienes consideran que diferentes movimientos, partidos políticos y tribus urbanas tienen una ideología. Permítanme poner esto en duda. Les planteo lo siguiente siguiendo el esquema del ejemplo anterior: un partido político llamado "X" propone una ley en la que es censurado todo aquello que se considere "no cierto". Los seguidores de este, los que le han votado desde sus comienzos, aplauden. Años más tarde, otro partido político ajeno a los valores del partido "X", digamos que perteneciente al otro extremo, propone la misma ley. Ahora, los que habían aplaudido previamente, llevan sus manos a la espalda mientras su boca se llena de críticas. ¿Les suena inverosímil? Pues he de decir que he visto cómo esto sucede. Siempre excusándose en el motor que lleva a cada partido a crear dicha ley. Pero, si la finalidad es la misma, ¿por qué ha cambiado nuestra percepción? ¿Ha sido porque la ley no es la misma aun compartiendo los mismo artículos? ¿O quizá por la lealtad a este partido como habíamos visto en el caso del fútbol? ¿Es esto ideología o fanatismo?

La realidad es un tablero de ajedrez donde los peones son movidos creyendo haber tenido libertad de elección.  


Agrupaciones, colectivos y otros modos de unificación social-o separación-

En la historia de la humanidad siempre ha habido un hueco para los movimientos sociales. Debido a la globalización, vemos como estos han tomado una magnitud mayor en nuestros días. A esto también le ayuda la tecnología, las RRSS. Nos muestran qué está pasando en el mundo en cada instante y, ¿cómo no? influencian a aquellos que quieren ser influenciados, llevándolos a compartir una misma "ideología". O, para ser más precisos, corriente de pensamiento -dado que se desplaza rápidamente, sin pausa para ser analizada. Ya lo decía Aristóteles: el hombre es un ser social por naturaleza. Parece que los años no desgastan el significado de estas palabras, sino que las refuerzan. Nos encanta formar parte de un "algo", y no nos basta con la premisa de ser bípedos, tener raciocinio y respirar. En parte, esto es lo que forma amistades. ¿O las destruye? 

La igualdad no es una recompensa ni un fin. Es únicamente el derecho a ser respetados por las diferencias que nos caracterizan.

Hace días pregunté a distintas personas cómo actuarían si, en el primer contacto con otro individuo,  no se comparten las mismas ideas y percepciones en distintos temas. La mayoría de estas decían con seguridad que evitarían seguir teniendo contacto fuera de ese momento, pero siempre desde el respeto. A lo que les pregunté, ¿por qué? Y hubo la misma respuesta: "es muy difícil llevar una relación de cualquier tipo si no se comparte una manera de ver el mundo". Pero, ¿qué pensarías si te dijese que las amistades más bonitas que tengo han surgido de esos mismos debates? El saber que una persona no piensa como tú no es un obstáculo, sino otras gafas con las que enfocar la realidad y nutrirte. En el mismo ensayo de C.S. Lewis, Los cuatro amores, no pude evitar admirar cómo plasmaba este la misma idea en el capítulo III, El afecto

En el momento en el que uno dice, sintiéndolo de verdad, que pese a no ser «mi tipo» es alguien muy bueno «a su modo», se da una especie de liberación. Quizá no lo experimentamos así, puede ser que nos sintamos solo tolerantes e indulgentes; pero en realidad hemos cruzado una frontera. Ese «a su modo» quiere decir que estamos saliendo de nuestro propio modo de ser, que estamos aprendiendo a valorar la bondad o la inteligencia en sí mismas, y no la bondad e inteligencia preparadas y servidas para gustar solamente a nuestro propio paladar. «Los perros y los gatos deberían criarse siempre juntos», decía alguien. «Eso les ensancha mucho la mente».


Pasando de lo individual a lo general -de las relaciones personales a las grupales-, me gustaría comentar algo que sucedió dos años atrás, en un debate en la universidad. En este surgió la pregunta "¿Qué es la igualdad?" Mayoritariamente, se coincidía en la idea de una sociedad donde todos seamos tratados de la misma manera, con las mismas recompensas -idea que considero coja. Pero creo que en esta cuestión se nos olvida lo fundamental: muy difícilmente un individuo es igual a otro fuera de lo dicho antes (ser bípedos, tener raciocinio y respirar). Ahora sí, me gustaría posicionarme y responder a esta cuestión: la igualdad no es una recompensa ni un fin. Es únicamente el derecho a ser respetados por las diferencias que nos caracterizan. Por lo que, ¿es posible ser parte de un colectivo o agrupación en su totalidad? Y, si la respuesta es positiva, ¿es posible esto sin excluir o separar a otros? 

Podría extenderme más e incluir otros puntos importantes en esta temática, pero pecaría de densa. Por ahora, simplemente quería abrir un debate interior en cada uno de nosotros porque últimamente no paro de ver cómo nuestras ideas nos separan. Cómo cada vez que mostramos nuestras cartas siempre hay otras de mismo valor tratando de tapar las que ya estaban sobre la mesa. Es decir, cómo en lugar de contrastar ideas, destruimos las que no son de nuestro agrado -hablando, claro está, siempre desde un punto de vista general. Quizá hemos sido movidos en el tablero sin percatarnos de ello.

Renata Milán Morales

(Islas Canarias, 1998)

Muchas gracias por leernos.
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